La primera ola como la revolución agrícola. Una civilización basada en el autoabastecimiento que origina toda una ola de consecuencias culturales. Dura miles de años. La segunda ola como la revolución industrial. Una civilización que escinde la figura del productor de la del consumidor. Las consecuencias culturales son la uniformización, la especialización, la sincronización, la concentración, la maximización y la centralización.
En una simplificación de la historia de la humanidad, sitúa en el centro de la evolución de cada sociedad la coexistencia y el reemplazamiento entre "olas". De acuerdo con la presentación hecha por Seminarium, "Toffler tiene un don inusual para definir las tendencias y fuerzas que forjan nuestro futuro, de tal manera que logra ayudar al público a forjar su propio destino en la economía basada en el conocimiento de hoy en día. Su impacto global se produce no sólo porque es capaz de predecir de manera exitosa cambios individuales, sino porque comprende las fuerzas detrás del cambio y sintetiza este conocimiento en un marco conceptual coherente e intelectual que sirve de guía en el ámbito político y en el proceso de toma de decisiones".
LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
El siglo XXI será por excelencia el siglo de la sociedad de la información y del conocimiento, de hecho, ya nos encontramos inmersos en este tipo de sociedad que desempeñará un papel decisivo en el desarrollo económico de los Estados, y a su vez, en la construcción y afirmación de la personalidad individual. El concepto de la sociedad de la información surge en realidad en los años noventa del siglo XX, coincidiendo con la implantación en los países desarrollados de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación). Y alcanza su apogeo en el momento en el que las distintas Administraciones públicas se hacen eco de la importancia que tendrán en un futuro inmediato las industrias de la tecnología informática y el universo de las telecomunicaciones.
Con todo ello el Plan Delors lo que intenta es que Europa no se encuentre relegada ante los retos que la sociedad de la información traerá consigo en el siglo XXI, a la vez que contempla como objetivo primordial que este Plan cuente: “con el potencial de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos europeos, de aumentar la eficacia de nuestra organización social y económica y de reforzar la cohesión”. El miedo del Plan Delors es que se creara una Europa a dos velocidades, y que la sociedad de la información acusara una mayor divisoria digital entre los europeos, y que esta se tradujera en un incremento de desigualdad entre los europeos comunitarios. Por ello se propone como tarea prioritaria el garantizar el acceso equitativo a las infraestructuras tecnológicas, y prestar servicio universal a todos los ciudadanos de la Unión.
“Es una revolución basada en la información, la cual es en sí misma expresión del conocimiento humano. Esta revolución dota a la inteligencia humana de nuevas e ingentes capacidades, y constituye un recurso que altera el modo en que trabajamos y convivimos. La educación, la información y la promoción desempeñarán necesariamente un papel fundamental”. Sí en la década de los años noventa, los gobiernos de los países a la cabeza en Tecnologías de la Información y Comunicación han desarrollado el marco –al menos teórico– de la futura sociedad de la información, ya a comienzos del siglo XXI hemos avanzado al menos un escalón en cuanto a la definición del futuro que se nos avecina, pues hemos pasado de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento.
En este nuevo siglo que acaba de comenzar, nos encontramos en una sociedad basada en una economía fundada en el conocimiento. El conocimiento, por lo tanto, se encuentra ahora ocupando el lugar central del crecimiento económico y de la elevación progresiva del bienestar social. Las inversiones en muchos países canalizadas a través de los proyectos I+D tienen como fin último, la producción y transmisión del conocimiento. En esta economía del conocimiento, debemos distinguir el concepto de conocimiento del de información. “Poseer conocimiento, sea en la esfera que sea, es ser capaz de realizar actividades intelectuales o manuales. El conocimiento es por tanto fundamentalmente una capacidad cognoscitiva. La información, en cambio, es un conjunto de datos, estructurados y formateados pero inertes e inactivos hasta que no sean utilizados por los que tienen el conocimiento suficiente para interpretarlos y manipularlos”.
De ahí que los estudiosos nos sitúan hoy en una sociedad del conocimiento, en la cual las estructuras documentales no se contentan con diseminar información, sino que sembrarán conocimiento, mediante la implicación directa de los especialistas en ciencias de la información, convertidos en knowledge workers, en el proceso del conocimiento. Armand Mattelart, por su parte, nos sitúa estas definiciones de sociedad de la información y el conocimiento en un plano sociológico bastante crítico con los gobiernos que llevan a cabo estos planes de actuación, ante el reto que una nueva sociedad nos impone. Para Mattelart la sociedad de la información surge como reacción a la hora de trazar un plan de actuación, por parte de lo que él denomina países libres, frente a los países comunistas. Lo que acarrea una lucha por el liderazgo mundial, que no acaba con el fin de la guerra fría, sino que se impone por el momento un parón, debido a las circunstancias sociales, políticas, pero sobre todo, económicas. Y el nuevo escalón en el que nos hemos situado, el de la sociedad del conocimiento, dejando atrás el de la sociedad de la información, Mattelart lo considera un concepto totalmente tramposo, al igual que el de sociedad intercultural.
Por lo que él propone el concepto de sociedad del saber, o mejor todavía, sociedad de los saberes. Entendiendo esta, como un proyecto de sociedad que se enfrenta al de nuevas tecnologías y a las batallas del mercado. Mattelart nos diferencia tres tipos de conocimiento que deberían fluir a la sociedad de los saberes:
• los saberes fundamentales (sabios)
• los saberes de los expertos y contraexpertos
• los saberes ordinarios surgidos de los aportes de las experiencias cotidianas
vividas.
De esta sociedad de los saberes podemos llegar más lejos, y concluir con el concepto de economía del saber (no nos olvidemos que todos estos conceptos que estamos barajando tienen su origen en la teoría de la nueva economía), esta economía del saber surge: “cuando un conjunto de personas coproducen (es decir producen e intercambian) intensamente conocimientos nuevos con la ayuda de tecnologías de la información y de la comunicación. Existen, por tanto, tres elementos, la producción y reproducción de nuevos conocimientos son asumidos por un conjunto no desdeñable de miembros de la comunidad (las fuentes de la innovación son difusas), la comunidad crea un espacio “público” de intercambio de circulación de los saberes y el empleo de nuevas tecnologías de información y comunicación es intenso para codificar y transmitir los conocimientos nuevos”.